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Iglesia del Señor Presidente

HISTORIA

Aunque menos conocida que las sectas disidentes de origen extranjero, en este país actua desde 1979 una Iglesia Apostólica Mexicana que no obedece al Papa, sino exclusivamente al presidente de México. Esta nueva agrupación fue iniciada en 1979 por el excomulgado Obispo Eduardo Dávila de la Garza, quien -hasta su muerte en 1985-, or denó, con la total desaprobación del Vaticano, sacerdotes que en la actualidad siguen tratando de ganar adeptos, profundizando la obra del fundador.

La historia de la Iglesia Mexicana empezó en 1978, un día que el hasta entonces disciplinado sacerdote católico Jose Camargo Melo, originario de Tlaxcala, y en ese tiempo de 36 años de edad; parroco del templo de Nuestra Señora de Guadalupe, en una descuidada colonia al oriente del D.F., descubrió que una de las hostias que había consagrado el día anterior, sangraba profusamente.

¿Milagro o ilusión? El párroco Camargo se inclinaba a creer en el prodigio, porque no veía como podía alguien haberlo fraguado. Sin embargo, llevaba apenas 4 años al frente de aquel templo, y no quería ponerse en ridículo: opto por dejar el asunto en manos de su jefe inmediato, el Obispo Dávila de la Garza, quien tenía sus propios motivos para andar con pies de plomo (era hombre de ideas conservadoras, no simpatizaba con la modernización impulsada en la Iglesia por el Concilio Vaticano II y, por ello -aunque aún se mantenía obediente a Roma-, ya había tenido fricciones con sus superiores).

Tratando de disipar toda duda, el Obispo Dávila y el Párroco Camargo mandaron analizar la hostia sangrante, para ver si aquella mancha roja y viscosa era efectivamente sangre, no superchería, resul- tó ser sangre la muestra que enviaron.

Mientras la hostia sangrante, resguardada en una cajita de cristal, quedó confiada a la custodia del Párroco Camargo, el Obispo Dávila, no cabía en sí de fervor, remitió al Vaticano el informe del laboratorio, con recomendación de que el milagro fuera reconocido y proclamado por la Santa Sede.

Dávila y Camargo no podían olvidar que la Iglesia suele demorar decadas, aun siglos, para otorgar sello de aprobación a un supuesto milagro. Pero tal vez esperaban que la hostia sangrante originara un largo proceso, con visitas de enviados especiales del Vaticano, audiencias para debatir el caso, exámenes, contraexámenes, pruebas y contrapruebas, todo con la consiguiente publicidad para la modesta parroquia capitalina. En cambio, sólo recibieron la orden, seca y tajante, de quemar la hostia "manchada", y no volver a hablar del asunto.

El Obispo Dávila de la Garza, seguido en la aventura por una docena de sacerdotes de su diócesis, entre ellos por supuesto Camargo, rechazó indignado la orden del Vaticano de destruir la hostia milagrosa. El rebelde fue excomulgado.

Ya como jefe de una secta disidente, en 1979 Dávila nombró Obispo y segundo al mando al Párroco Camargo Melo, cuyo templo pasó a llamarse Santuario Eucarístico de Nuestra Señora de Guadalupe y la Hostia Sangrante. La Iglesia Católica reclamó varias veces la devolución del local del templo, el cual, como todos en México, es pro piedad del Estado, pero confiado para su uso y cuidado a dicha organización religiosa. Ni Dávila ni Camargo atendieron nunca esa reclamación; como consecuencia, el año pasado, arrestaron a Camargo, acusado de despojo, por haberse apropiado del templo, usurpación de funciones y apropiación ilegal de las limosnas que los fieles no escatiman. Se dictó formal prisión a Camargo saliendo bajo fianza de $5,000,000 que pagaron sus seguidores.

Entre los efectos personales que Camargo depositó en el reclusorio mientras permaneció preso, se hallaban un reloj de oro con incrustaciones de brillantes, un anillo de oro y 5 tarjetas de credito internacionales; además declaró ser propietario de una casa de tres plantas, situada cerca del templo, una camioneta Suburban del año y un buen provisto guardarropa, todo producto de las limosnas de sus segui- dores. El dice que le debe lealtad solo a Dios y a Carlos Salinas.

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