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Eduardo VerasteguiEn la vida de cada persona, Dios ha dispuesto el momento de la luz, del encuentro, de la conversión. A veces aparece de repente, sin un motivo previo, como en San Pablo. Otras, como en San Agustín, viene precedido por años de oración y de sufrimiento: la oración y las lágrimas de una madre que arrancan del Cielo una gracia formidable. Esa es también la historia de Eduardo Verástegui.
Nacido en Tamaulipas (México) el 21 de mayo de 1974, Eduardo fue el primer hijo de José Verástegui y Alicia Córdoba, un matrimonio de agricultores que habían contraído matrimonio un año antes. Tras una infancia agitada, en 1991, con sólo 17 años, abandonó los estudios para irse a México D. F. y probar fortuna en el mundo del espectáculo. Trabajó como camarero durante un par de años y en enero de 1994 puso en marcha el grupo musical Kairo junto con tres amigos. Su primer disco fue “Signo del tiempo”, que se hizo muy popular entre los adolescentes. Su single “En los espejos de un café” se repuso durante meses en les emisoras de radio. Después llegaron otros dos discos: “Gaudium” en 1995 y “Cara a cara” en 1996. Estaba en la cresta de la ola cuando decide separarse del grupo y continuar su carrera musical en solitario. Por aquella época, fue contratado como actor en varias telenovelas mejicanas: interpretó a Daniel en “Una luz en el camino” (1997), a Manuel en “Soñadoras” (1998), y al Dr. Ramiro Belmont en “Tres mujeres” (1999). Simultáneamente, trabajó también como modelo para diversas marcas internacionales: Calvin Klein, Coca-cola, Verssace… Creció entonces su fama de vida licenciosa, de “latin lover” y de amigo de fiestas nocturnas. Sus padres sufrieron mucho en aquellos años, como recordará tiempo después el propio Eduardo. Su madre, al ver que no hacía caso de sus reconvenciones, empezó a rezar por él, pidiéndole a la Virgen de Guadalupe que su hijo se convirtiera. “Creo que las oraciones de mi madre han tenido mucho que ver en mi actual estilo de vida –reconocía en una entrevista-. Ya sabes lo que se dice: 'No hay nada más poderoso que las oraciones de una madre por sus hijos'. Después de ver mi caso, estoy convencido de ello. Todo el cambio que he experimentado en mi vida, las personas nuevas que se me acercaron en mi crisis, no me cabe duda que han sido fruto de las oraciones de mi madre”. Con 28 años consigue dar el salto a Hollywood y ser contratado como actor en la película Chasing Papi (2003). Un buen día su vida da un giro de 180 grados cuando su profesora de inglés le hace reflexionar sobre el vacío de su vida: “Cuando caí en la cuenta de que tenía razón, empecé a temblar por dentro todas las noches”. Un sacerdote mexicano se cruza en su camino y le ayuda en esas horas de angustia. Le proporciona lecturas que le hacen descubrir la hermosura de la vida cristiana. Sobre todo, se queda fascinado al leer una biografía de S. Francisco de Asís. Es el principio de su conversión. Comienza a asistir a misa todos los días. Con ayuda de otro sacerdote, D. Francisco, se decide a hacer una confesión general. “Tras una larga preparación –cuenta el propio Verastegui- hice una confesión de casi tres horas que me dejó exhausto, pero plenamente feliz”. Es lo que el actor considera su segundo momento de conversión. “Comprendí que no había nacido para ser actor u otra cosa, sino para conocer, amar y servir a Jesucristo”. Empujado por el fervor de la conversión, decide vender todos sus bienes e irse a Brasil como misionero; pero su confesor he hace ver que Dios le quiere en medio del mundo: es ahí, en el ámbito de las películas y en su trabajo como actor, donde puede encontrar a Jesucristo y donde —mejor que nadie— puede darle a conocer: “Ahí Cristo es más necesario, si cabe, que en la jungla”. Convencido de esta misión, funda con Leo Severino y Alejandro Monteverde una productora “para la realización de filmes de grandes valores espirituales y morales”, y la denominó Metanoia (conversión, en griego). En su primera rueda de prensa, declaró: “Nunca más volveré a trabajar en un proyecto que ofenda a mi fe, a mis convicciones morales o a los de mi raza”. Y, en efecto, su película Bella (2006) fue un canto a la vida y a la dignidad de la persona humana, y un valiente alegato contra el aborto. De hecho, más de cincuenta mujeres —según afirma el propio Verástegui— decidieron continuar con su embarazo después de ver la cinta, “y ésa ha sido mi más preciada recompensa”, afirmó. Antes de iniciar la promoción de la película, fue al santuario de Nª Sª de Guadalupe para ofrecer a la Virgen su película y pedirle a Ella que hiciera un gran bien en favor de la vida. Contra todo pronóstico, ese modesto filme ganó el primer premio en el famoso Festival de Toronto. En los meses siguientes, y apoyado por cientos de voluntarios, consiguió una gran promoción de la película en las semanas previas a cada uno de los estrenos. País por país fue trabajando uno a uno los mercados cinematográficos para que todoslos que quisieran pudieran verla. En España y en México llegó a colarse entre los filmes más taquilleros de 2008. Cuando la cinta terminó su carrera, otros proyectos le aguardaban en su cartera: un cortometraje maravilloso (The Butterfly Circus, El circo de la mariposa) con el que ha ganado diversos premios; un proyecto sobre la vida de Jesús (Kingdom Come), y que ahora lucha denodadamente por salir adelante. Comprometido con la causa “pro-vida”, ha participado en campañas de apoyo a madres desasistidas y ha proclamado a los cuatro vientos que “el aborto es un crimen contra la mujer y contra la humanidad”. En esta línea, ha colaborado con diversas iniciativas pro-vida, como “Red madre” o “Derecho a vivir”. Recientemente ha confesado que volvería a vender “perritos calientes” en su Tamaulipas natal antes de rodar una película de la que pudiera avergonzarse algún día: “Si el día de mañana voy a casarme y tener hijos, que mis hijos estén orgullosos de su padre. Si he decidido llevar una vida íntegra, debo serlo hasta el final. No me gustan las medias tintas. Sea quien sea quien esté detrás del mejor proyecto, no voy a hacer nada que vaya contra mis principios; porque si acepto, eso es venderme y volveré a acabar viviendo una mentira”. Cuando le preguntan qué es lo que más ha aprendido de sus padres, no duda en responder: “Mi fe. Es un regalo que Dios me dio a través de ellos”. | |
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